GELIDEZ.

 




El viento helado de la fría tarde abrió la ventana
aterida la estancia, sumida en la oscuridad.
La imperceptible sombra, deambulaba solitaria
cabizbaja, la encorvada figura sumida en sus recuerdos
recuerdos y más recuerdos agolpaban su mente
atenazadores pensamientos, reiterativos y frustrantes
 
Todo permanecía impasivo, como estancado en el tiempo
nada perduraba tanto, como el acompasado sonido del reloj
todo era igual que como fuera antaño y así seguiría,
las horas pasan, y lentamente se marchaban por la oscuridad
el día nublado afuera, impedía aún más la luz en la estancia
despacio, muy despacio las horas pasaban y el día avanzaba.
 
Todo era gris, gris y sucio; podrido el aire que respiraba
enrarecía el ambiente, el olor marchito de la vida
ayudado por la desidia, la penumbra cobraba una vida lánguida
que lentamente se adueñaba de la estancia, haciéndola más fría
como fría era la tarde y oscuro el día, así era la frágil figura
que deambulaba por la estancia oscura y fría.
 
Cortos sus pasos, como corta la edad y lento su caminar
despacio y meditabundo deambulaba, sumido en si
desaliñado, vagaba por la estancia, solo en si mismo
meditaba en las ocasiones perdidas, en el tiempo pasado
pensaba en los ¿porqués?, y en los ¿porqué no?
de un lado a otro vagaba, deambulando en la oscuridad.
 
 
 
 
“El frío y la soledad,
dulces compañeros de la vida vacía
amantes se vuelven, con el abandono
diligentes se tornan
en el acompañamiento, útiles mutuamente;
 banal utilidad”.
 


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