
Trent, el aguerrido
luchador a lomos de su caballo vagaba
por los caminos en búsqueda de la ansiada tranquilidad.
Sus ojos, habían visto
batallas tan sangrientas y tan inútiles que cada vez que las recordaba le
volvían las ganas de vomitar, le era imposible cerrar los ojos ya que aquellas
imágenes de cuerpos rotos, retorciéndose de dolor, desmembrados, llenos de sangre, le volvían a
otros tiempos que deseaba olvidar.
Se había alquilado a los
señores de la guerra por una soldada y a veces hasta por un simple y misero
plato de comida. Era lo único que durante una época entendió como realidad.
La sin razón del ser humano y
la codicia de algunos señores, lo habían transformado en un ser huraño, agresivo
y despiadado en su naturaleza.
Había llegado a la loma y
detenido su caballo, a quien le tenía el respeto que se merece un alma viva que
le había acompañado en los siniestros campos de batalla, en las muertes de los
otros.
Desde el montículo divisó el
pueblo que estaba a los pies de la montaña a lo lejos se oía el golpear de los
hierros en la fundición y el griterío de la gente con el movimiento y trajín
diario.
Se bajo de su montura y
cogiéndolo por las bridas comenzó el camino de bajada hacia el pueblo, el
ropaje de la época dejaba entrever las tantas heridas de su cuerpo, que le
habían sido infringidas por sus contrincantes y quienes tuvieron peor final.
Poco a poco fue alcanzando
las primeras casas del lugar, era una calle amplia rodeada de cabañas a los
lados unas veces amontonadas, otras espaciadas.
Con la mirada cansada,
alcanzó la taberna del lugar, atando su montura entró lentamente, tomó la
espada en su mano y con pasos cansados, cansados del vagar por la vida,
cansados de vivir existencias ajenas a él.
Se sentó en una mesa a un
lado de la estancia, dejando espacio entre el bullicio del local y su persona,
intentando buscar en medio de aquel bullicio un resquicio de sosiego y tranquilidad.
Antes de sumirse en sus
pensamientos y en su interior, pidió al mesonero una jarra de vino y un plato
de comida, callado se echo hacia atrás en la silla relajando sus músculos y los
gestos de su cara, todo lo que no fuera él le era indiferente, lo ignoraba y no
quería tener nada que ver.
Le sirvieron la comanda y se
entregó a ella con ansiedad de llevar varios días sin alimento, bebía y comía
engullendo el contenido del plato.
De golpe se abrió la puerta
del local, con un estruendo, que hizo silencio en la sala, solo ante la puerta
estaba Zorn, detrás estaban sus hombres los pocos que le seguían y que habían sobrevivido
al campo de batalla y a las lides diarias.
Zorn, miro a su alrededor,
buscando en la semioscuridad del local, de repente paro la búsqueda y soltó un
hilarante gruñido acompañado del nombre de quien buscaba “¡¡Trent!!, lagartija
inmunda, ¿dónde te escondes?” vocifero al viento, y el silencio se agravo más,
rápidamente comenzaron apartarse los cliente del local saltando por encima de
las mesas.
Se oían vasos que caían al
suelo, sillas de golpeaban, gritos de mujeres alejándose del centro.
Zorn y sus secuaces,
comenzaron a entrar en el local, alejando de su paso todo el mobiliario que les
molestaba.
Trent, metió despacio otra
cucharada de aquel plato en su boca, engulló un trozo de pan y bebió de la
jarra de vino, sin inmutarse; ya sabía lo que pasaría, no era la primera vez ni
tampoco sería la última, mientras no fuera capaz de desligarse de su pasado, de
dejar atrás los horrores vividos y el haber vendido su brazo a desenfrenados y
tiranos dueños.
Dejo la jarra de vino aun
lado, aparto lentamente el plato de delante y comenzó a incorporarse, portando
en la mano su acero, aun envainado.
Con la misma templanza que en
el campo de batalla, se alzaba lentamente, con la mirada fija en sus 4
contrincantes, esbozando una semi sonrisa los analizaba y observándolos dijo
serenamente “Hola Zorn, te estaba esperando, no sabia cuando sería el momento”,
“saludos Mirt, Wolg, Ed”.
Los cuatro se posicionaron
delante arma en mano, dispuestos a que hablaran las espadas y surgiera el
sonido de la lucha.
Trent, simplemente les dijo
“esto no tiene porque ser así”, los cuatro se rieron al unísono soltando una
carcajada profunda.
Zorn le contesto “y ¿quién
dice eso?”.
Trent les volvió a decir
“solo hay dos caminos el primero es que podéis salir de aquí por vuestro pié y
la segunda es que os saquen después de marcharme”.
Los cuatro se miraron y el
primero en dar el paso adelante fue Zorn, alzó su espada haciéndola bailar en
el aire a la vez que la bajaba la agarró con las dos manos y golpeó en el aire
a la vez que Trent apartándose dejaba un espacio vacío, golpeó la espada en el
suelo.
Trent desenvaino su espada y
férreamente la sostuvo esperando la próxima acometida.
Ante la fallida embestida de
Zorn. Ed, tomo el ataque y levanto su Daga de doble filo haciendo un circulo en
el aire, la bajo con fuerza hacia la cabeza de Trent, quien dió un paso atrás
dejando que la Daga bajara y diera de pleno en una de las mesas partiéndola,
haciendo astillas la tabla.
Al unísono Mirt y Wolf,
desenvainaron y atacaron de frente, Trent, con destreza esquivo a Wolf y paró
el golpe de Mirt en alto, dieron varios golpes de aceros el uno atacando y el
otro parando los ataque, en un giro de brazo, Trent acertó el pecho de Mirt
hundiéndole la espada en pleno pecho, la empujo con fuerzas haciendo sonar la
apertura del tórax, con saña, rabia e ira removió la espada dentro, Mirt
mirándole a los ojos con sorpresa abrió la mano dejando caer su arma. Trent,
sacó rápidamente su arma para parar el golpe que le asestaban Zorn y Wolf al
mismo tiempo, uniéndose Ed.
A la desigual lucha estaba
acostumbrado, sabia lo que era estar atento a las embestidas, el tener que
zafarse de uno para encarar el siguiente golpe, no perder a sus enemigos de
vista, ni de ubicación.
Durante unos minutos se
intercambiaron golpes y en un instante
tan corto que ni el parpadeo tuvo lugar sintió el roce de la espada de
Wolf sobre su brazo, fue un instante que se torno eterno, sintió como la hoja
tocaba la piel despacio, lento, como lentamente desgarraba el tejido abriéndolo
en dos, no era muy profundo pero notó el lacerante frío del acero sintió el
dolor y como comenzaba a brotar la sangre, al principio lento luego escupió un
borboteo leve, pero no había tiempo para ello; miró a Wolf quien esbozaba una
sonrisa al ver como hería a su contrincante.
Pero no había tiempo para
nada, los aceros chocaban una y otra vez, bailaban la dantesca danza de la
muerte, la rabia florecía en cada momento y cada vez más.
Por uno de sus ojos vio como
se colocaba Zorn a su espalda, levantando su arma, dando un giro de 180º y su
arma en horizontal asestó un embate frontal
acertando en el abdomen y con gran rabia e ira contenida, removió el
acero dentro tirando de la empuñadura hacia arriba dejando al descubierto todas
las vísceras que comenzaron a caer acompañada por un borboteo de sangre
constante, era tal el desprecio que le sentía, que ni lo miro y rápidamente se
giró a parar un golpe de Ed.
Wolf, se desplomó como un
castillo de naipes haciendo ruido al caer.
Eran dos los que tenia enfrente,
se miraron un instante como si fueran a dejar la lucha pero no Trent, lanzó un
nuevo ataque que paró Wolf sin complicación, y nuevamente se volvieron a la
desenfrenada lucha al ataque de unos y la respuesta de otros.
Ed de un salto se subió a una
de las mesas, se creía en superioridad al tener la doble daga en sus manos, la
cuál movía con gran agilidad y soltura; esperaba tener algo de ventaja desde la
altura, pero no fue así la inestabilidad de la mesa le jugó una mala pasada y
le dio inestabilidad, oportunidad que aprovechó Trent para asestar un golpe que
le alcanzo en una de las piernas haciéndole caer de bruces y en ese mismo
momento asesto otro nuevo golpe en un su brazo derecho desgajándoselo en seco,
la mano siguió aferrada al palo de la daga cayendo al suelo, quedando
retorciéndose de dolor encima de la mesa.
Se giro y apuntando con la
espada a su último contrincante, se miró la herida, no era profunda, pero aunque
le molestaba en el brazo, no le impedía luchar, aunque el dolor era molesto en
los giros y golpes.
Trent en voz alta, preguntó
“¿Qué hacemos, lo dejamos?, ya está bien de muertos”. A lo que Wolf contestó
asestando un nuevo ataque que paró en seco y devolvió la embestida, después de
intercambiar varios golpes y ataques, nuevamente volvió a sentir el acero sobre
su piel un nuevo roce esta vez sobre el torso hizo que se doblara sobre sí
mismo, instante que aprovecho su contrincante para intentar dar el sesgo final
a la lucha pero no fue así Trent atento al movimiento de su adversario intuyo el
golpe y lo esquivó moviéndose hacia un
lado, al asestar el golpe Wolf había descuidado su flanco izquierdo,
oportunidad que aprovecho Trent para meter su espada en el costado de su
contrincante quien al sentirla dentro de si se doblo, soltando la suya.
Wolf quedaba de rodillas en
el suelo delante de Trent quien mirándolo a los ojos se incorporó lentamente
apoyándose en la espada que sujetaba, al incorporarse hizo un rápido movimiento
semicircular y le asesto un golpe en el cuello haciendo que la cabeza se
soltara del cuerpo comenzando a rodar por el suelo.
Trent, completamente erguido,
se dirigió a la mesa donde había estado, tomo la jarra de vino y alzándola la
bebió, se seco con el dorso de la mano y envaino la espada.
Se dirigió al mesonero, le
tiró dos monedas y se dirigió hacia la salida, con un caminar pausado volvió a
recrear la mirada sobre el espontáneo campo de batalla, golpeándolo el olor a
muerte y mirando a sus contrincantes en el suelo, y pensó “se podía haber
evitado esto”.
Salio y tomo una bocanada de
aire fresco, con sus heridas abiertas, tomo las riendas de su caballo y comenzó
a caminar por la calle en donde reinaba el silencio mas profundo en este
momento, el bullicio había desaparecido dando paso a la desolación mas profunda.
Despacio con caminar cansado
se fue pensando ¿Cuándo acabaría todo?, le habían puesto precio a su cabeza,
por desafiar a los tiranos a quienes se había vendido en un primer momento y a
los que había dado la espalda; se subió a su montura y avanzo muy despacio, la
marcha la marcaba el caballo.
Se acerco al río y bajándose
del caballo, dejo la espada y me metió en el agua para limpiarse la sangre suya
y la de sus contrincantes, estaba cansado, muy cansado de ver muertos, de ver
sangre, de tener que blandir la espada cuando menos lo deseaba.
Y así metido en el agua se
quedó intentando no pensar, intentando descansar.
-del libro PENSARES, parte IIIIII
Autor ©Rafa’s-
20/06/2020
Me gustó, gracias
ResponderEliminarMe ha gustado mucho 🤗🤗
ResponderEliminarJavi gracias por tu comentario
EliminarMuy buen relato, los detalles del mismo permiten imaginar perfectamenta la acción describida. Un película en palabras.
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