HISTORIA DE MI FOLIO
Tengo ante mí un folio en
blanco, en su defecto y por formación blanco, y vacío.
Blanco del todo, sin nada en
él, un folio que nada me dice y nada me expresa, un folio blanco en su
totalidad.
Nada tiene en su espacio,
nada se contiene en él.
Vacío de letras, vacío de
ideas y expresiones.
Vacío de todo lo que se pueda
poner en él.
Vacío de conjeturas.
Vacío de premisas, de tesis,
ideas o epístolas.
Vacío de garabatos.
Tengo ante mi un folio nuevo,
limpio, que ocupa en si mismo su espacio, un folio normal.
Nada contiene, nada veo en
él.
Nada expresa, nada dice.
Nada cuenta, no hay historias
en él.
Nada declama, ni ideas ni
errores.
Limpio e impoluto, tengo ante
mí un folio, en una mesa que esta llena de objetos, mientras él está vacío.
Vacío e inerte.
Libre de formas, con su
tejido terso.
Libre de deformaciones, no
arrugado.
Libre de imperfecciones o rotos
Libre de mellas y suciedad.
Y mientras, he ido
escribiendo como está mi folio, me empiezo a dar cuenta que su blanco, ya no es
tan blanco, ya no es tan perfecto, ya no está terso. Ahora ya tiene mellas de
la escritura, ya tiene mis huellas en él, ya expresa su contenido.
Mientras he ido plasmando mis
ideas de la composición.
Ya, dejó de estar libre de
expresiones,
Ya, no esta callado.
Ya, no es nuevo y no está
limpio. Ya está deformado por mi.
Ya, está contando una
historia, su historia.
Mi folio, que dejo de ser
folio, para ser escrito. Y que ahora junto con otros de mis hojas escritas,
podría formar parte de mi colección.
Pero ésta hoja, mi folio, que
comenzó siendo blanco y limpio, ahora está escrito y manchado, ya no me sirve
como folio blanco.
Ahora que éste folio se
transformo en papel, en escrito, ya no me sirve como folio.
Así que lo arrugo y lo tiro a
la papelera.
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