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En la fría mañana, se despertó el discípulo con la tranquilidad que vivía con su mentor, mientras que alejado el maestro descansaba. Él se levantó con sigilo y preparó el té que le había enseñado, con la taza entre sus manos y apurando cada sorbo degustaba el amargo sabor que le proporcionaba, mientras el sol comenzaba a rayar en el horizonte.
Atento a los coloridos que le proporcionaba la naturaleza, estaba absorto.
La nada lo envolvió, mientras su espíritu agradecía a la naturaleza el nuevo día, la nueva oportunidad y sobre todo la belleza que le embriagaba, haciendo más entrañable y personal el momento.
Todo era la nada, y un poco de la nada lo era todo en ese momento. El todo y la nada, las antitesis encontradas en un mismo punto y momento; la grandeza con la sencillez, la oscuridad y la luz.
-del libro
PENSARES, parte II
Autor ©Rafa’s-
Gracias por compartir este relato, la vida es un comienzo y un aprendizaje constante.
ResponderEliminarGracias por comentar-
EliminarDulce final el del maestro, pero la vida debe continuar y la siguiente generación debe tomar posición para continuar viaje.
ResponderEliminarEfectivamente, ese es el mensaje.
EliminarSería ideal despertar cada mañana de esa manera. Observando, sintiendo, agradeciendo....
ResponderEliminarSi, y lo bueno es que solo depende de nosotros mismo.
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